En aquellos tiempos, la capital de la isla canaria de La Gomera, San Sebastián, era conocida por algunos navegantes como Villa de Palmas por el extenso palmeral que daba la bienvenida a todos los que arribaban a esta isla.
Su bahía estaba considerada la mejor de todas las islas y, además, era el puerto más seguro. Cristóbal Colón era conocedor de estas cualidades y a la Señora de la isla, Beatriz de Bobadilla, la debió conocer cuando ambos residían en la Península junto a los Reyes Católicos. En La Gomera el Almirante encontró todo lo necesario para avituallarse y tomar el agua con el que reponer tanto a sus naves como a sus hombres de a bordo. La calidez de los habitantes de la isla y la bonanza de su clima fueron determinantes para Colón, quien regresó en dos ocasiones más a La Gomera, en 1493 y en 1498.
Finalmente, el 6 de septiembre de 1492, partió el Almirante de La Gomera hacia las Indias, llegando el 12 de octubre a tierra firme. Había descubierto un nuevo continente: América. Desde entonces, La Gomera quedó nombrada en la Historia como la Isla Colombina y hoy podemos rastrear las huellas del paso de Colón por la isla a través de varios monumentos.
San Sebastián hoy en día es una ciudad de apenas 9.000 habitantes que sigue viviendo al abrigo de su bahía y entre profundos barrancos de una belleza extraordinaria. Recorrer sus calles es revivir los tiempos en los que Cristóbal Colón convivió con sus habitantes, contemplando sus históricos monumentos levantados en aquellos tiempos de leyenda donde, según la tradición, se forjó la historia de amor entre la Señora de la isla, Beatriz de Bobadilla, y el Almirante.